• Espíritu vagabundo por matar a sus padres.
Después de asesinar a su padre, el hombre fue castigado con un mandador de pescuezo (típico del llano), al tratar de huir fue mordido por un perro tureko, para concluir el castigo su abuelo regó sobre sus heridas gran cantidad de ají picante. El recuerdo y mención de lo sucedido libra a las personas de ser atacadas por este espíritu errante conocido como el silbón.
El Silbón se presenta a los borrachos en forma sombrío. Otros llaneros le dan forma de hombre alto, flaco. Usa sombrero y ataca a los hombres parranderos y borrachos, a los cuales chupa el ombligo para tomarles el aguardiente.
La tradición explica que al llegar el silbón a una casa en las horas nocturnas, descarga el saco y cuenta un a uno los huesos; si no hay quien pueda escucharlo, un miembro de la familia muere al amanecer.
Otra versión dice que fue un hijo que mato a su padre para comerle sus "asaduras". El muchacho fue criado toñeco (mimado), no respetaba a nadie. Un día le dijo a su padre que quería comer vísceras de venado. Su padre se fue de cacería para complacerlo pero tardaba en regresar. En vista de esto el muchacho se fue a buscarlo y al ver que no traía nada, no había podido cazar el venado, lo mato, le saco las vísceras y se las llevo a su madre para que las cocinara. Como no se ablandaban, la madre sospechó que eran las "asaduras" de su marido. preguntándole al muchacho, quien confesó la verdad.
De inmediato lo maldijo "pa to la vida". Su hermano Juan lo persiguió con un "mandador", le sonó una tapara de ají y le azuzó el perro "trueco" que hasta el fin del mundo lo persigue y le muerde los talones
EL ANIMA DE SANTA HELENA:
Era un 16 de Enero con la brisa mañanera
Cuando escuchaba yo el canto de la pava montañera
En los copos de un almendro lamentaba la tragedia
Sucedido en El Parrando, casa de Ramón Herrera
Y fue cosa de lamentar como algunos lo creyeran
Por amor a una mujer dos hombres dieron pelea
Entablando discusión por delicada belleza
Siendo asunto del destino que la inocente muriera
Les contaré como historia lo que vi desde la puerta
Con el ojo entre dormido como gavilán de sierra
Contemplando aquel desorden como venado en gallera
Y lo que vino después de esta fiesta sabanera
Es una ley del llanero darle la mano al que llega
El que está adentro se atiende, y el que está afuera se apea
Y con gran algarabía se le abre la talanquera
Como si fuera un hermano que de otras tierras viniera
Y siguiendo este relato se desenvolvía la fiesta
En el hato de Don Ramón, un hombre de gran faena
De esos viejos tan llaneros que no toman caldo de lengua
Para decirle verdades a cualquier sute de escuela
Se festejaba el cumpleaños en albor de primavera
A una linda catira como la flor de azucena
Y fueron quince los pétalos los que a mi me dieran pena
Que fueran a marchitarlos abejas de otra colmena.
Sonaban golpes llaneros en el arpa sabanera
Era el joropo altanero anunciando la tragedia
Recordaba a Florentino y a su sombría leyenda
Cuando vi llegar dos hombres, parecía que el diablo fueran
Serían las 6 de la tarde, pasó la garza morena
Cantando el alcaraván dieron su luz las espermas
Se escuchaba en la cañada algarabía de chenchenas
Y en el estero lejano se alzaban garzas paletas
El relincho de caballos conmovió a la concurrencia
Amarraron sus munturas, acomodándole sueltas
Se quitaron el sombrero, pero entraron con espuelas
Venían con el traje negro, revolver y cartucheras
Saludando entró el primero con ademán de fiereza
Se le dirigió al arpista manifestando una seña
Fijó la vista al contorno como buscando querella
"Yo vengo de Santa Rita, contrapunteo con cualquiera"
Los nubarrones del cielo dieron paso a las estrellas
Las brisas se disiparon dando a la luna más fuerza
Que así cubrió a la sabana de suaves hilos de seda
Mientras que allá en la montaña se oía el rumor de las fieras
Un mocetón bien llanero con mirada de gacela
Se prendió de las maracas y con revuelto de muñeca
Marcando un zumba que zumba contrapunteó la pieza
Metiendo furia y candela al fogón con leña seca
"Yo soy gavilán primito cuando me enfrento a la presa
Soy un toro cimarrón que no lo alcanza la bestia
Soy código de valor con ley de naturaleza
Si me saludan saludo si me la buscan la encuentran"
Con gritos y zapateos contestó la concurrencia
Las muchachas comentaban, "aquí comenzó la fiesta"
Los viejos se levantaron y empinaron la botella
La gente se fue agolpando para escuchar la respuesta
"Mi nombre lo tengo escrito con el poder y la fuerza
De estar oyendo mentiras tengo la barriga llena
Yo soy el hombre que en vida se llevará a esta doncella
Catirita ojos azules a quien le brindan la fiesta"
Como si fueran espinas que a su corazón prendieran
Reviró aquel mocetón, mostrando su corpulencia
Se pararon las maracas, no se movían las muñecas
Mirando a su contrincante le respondió con fiereza
"Quien ha visto que un padrote se deja quitar una yegua
Por un caballo capón de engorde y para la venta
De eso yo estoy muy seguro me atrevo a cerrar una apuesta
Acomódese el sombrero cuñado buen viaje y peseta"
Y no terminó la copla cuando de armó la pelea
Metieron mano a las armas a la luz de las espermas
Querían demostrar con esto que el que menos corre vuela
Y con el cantar del gallo se dividieron las cuentas
El que prendió la furrusca quedó mirando la puerta
Con un balazo en la frente, fruto de su querella
Pero una bala de su arma, una bala traicionera
Marchitó los quince albores de aquella flor azucena
Se fue oscureciendo el cielo y brillaban las estrellas
El arpa tocó en lamento una tonada llanera
Cantó la guaica caminos, se oían relinchos de bestia
Y por la inmensa llanura galopaba quien viniera
Con sin igual cobardía y como apostando carreras
Se fue dejando un amigo que acompañó en la reyerta
A un jinete forastero en el Hato De Santa Helena
Aborreciendo la vida del llanero de estas tierras
Si a mí no me lo preguntan tampoco suelto la lengua
El que no baila se sienta, el que no va a misa peca
Me gusta ser lo que soy para mostrar mi conciencia
Sucedió en el Cinaruco, frontera con Venezuela
Aquí termina el relato que mi memoria recuerda
Dicen que por cada año, marcando la misma fecha
Se ve una blanca figura de inigualable belleza
Alejar los forasteros del Hato De Santa Helena
Autor Hector Paul Vanegas
FLORENTINO Y EL DIABLO:
Leyenda de florentino y el diablo escrita por Alberto Arvelo Torrealba
El reto:
El coplero Florentino por el ancho terraplén caminos del Desamparo
desanda a golpe de seis.
Puntero en la soledad que enlutan llamas de ayer, macolla de tierra errante
le nace bajo el corcel.
Ojo ciego el lagunazo sin garza, junco ni grey, dura cuenca enterronada
donde el casco da traspié.
Los escuálidos espinos desnudan su amarillez, las chicharras atolondran
el cenizo anochecer.
Parece que para el mundo la palma sin un vaivén.
El coplero solitario vive su grave altivez de ir caminando el erial
como quien pisa vergel.
En el caño de Las Ánimas se para muerto de sed y en las patas del castaño
ve lo claro del jagüey.
El cacho de beber tira, en agua lo oye caer; cuando lo va levantando
se le salpican los pies, pero del cuerno vacío ni gota pudo beber.
Vuelve a tirarlo y salpica el agua clara otra vez, mas sólo arena sus ojos
en el turbio fondo ven.
Soplo de quema el suspiro, paso llano el palafrén, mirada y rumbo el coplero
pone para su caney, cuando con trote sombrío oye un jinete tras él.
Negra se le ve la manta, negro el caballo también; bajo el negro pelo'e guama
la cara no se le ve.
Pasa cantando una copla sin la mirada volver:
—Amigo, por si se atreve, aguárdeme en Santa Inés, que yo lo voy a buscar
para cantar con usté.
Mala sombra del espanto cruza por el terraplén. Vaqueros de lejanía
la acompañan en tropel; la encobijan y la borran pajas del anochecer.
Florentino taciturno coge el banco de través.
Puntero en la soledad que enlutan llamas de ayer parece que va soñando
con la sabana en la sien.
En un verso largo y hondo se le estira el tono fiel:Sabana, sabana, tierra
que hace sudar y querer, parada con tanto rumbo, con agua y muerta de sed,
luna con mi alma en lo sola, una con Dios en la fe; sobre tu pecho desnudo
yo me paro a responder: sepa el cantador sombrío que yo cumplo con mi ley
y como canté con todos tengo que cantar con él.
II
La porfía
Noche de fiero chubasco por la enlutada llanura, y de encendidas chipolas
que el rancho del peón alumbran.
Adentro suena el capacho, afuera bate la lluvia; vena en corazón de cedro
el bordón mana ternura; no lejos asoma el río pecho de sabana sucia;
más allá coros errantes, ventarrón de negra furia, y mientras teje el joropo
bandoleras amarguras el rayo a la palma sola le tira señeras puntas.
Súbito un hombre en la puerta: indio de grave postura, ojos negros, pelo negro,
frente dé cálida arruga, pelo de guama luciente que con el candil relumbra.
Un golpe de viento guapo le pone a volar la blusa, y se le ve jeme y medio
de puñal en la cintura.
Entra callado y se apuesta para el lado de la música.
Oiga vale, ese es el Diablo. —La voz por la sala cruza.
Mírelo cómo llegó con tanto barrial y lluvia, planchada y seca la ropa,
sin cobija ni montura.
Dicen que pasó temprano, como quien viene de Nutrias, con un oscuro bonguero
por el paso de Las Brujas.
Florentino está silbando sones de añeja bravura y su diestra echa a volar
ansias que pisa la zurda, cuando el indio pico de oro con su canto lo saluda.
EL DIABLO: Catire quita pesares contésteme esta pregunta:
¿Cuál es el gallo que siempre lleva ventaja en la lucha y aunque le den en el pico
tiene picada segura?
FLORENTINO: Tiene picada segura el gallo que se rebate y no se atraviesa nunca,
bueno si tira de pie, mejor si pica en la pluma.
EL DIABLO: Mejor si pica en la pluma. Si sabe tanto de todo diga cuál es la república
donde el tesoro es botín sin dificultá ninguna.
FLORENTINO: Sin dificultá ninguna, la colmena en el papayo que es palo de blanda pulpa:
el que no carga machete saca la miel con las uñas.
EL DIABLO: Saca la miel con las uñas. Contésteme la tercera si respondió la segunda,
y diga si anduvo tanta sabana sin sol ni luna, quién es el que bebe arena en la noche más oscura.
FLORENTINO: En la noche más oscura no quiero ocultar mi sombra ni me espanto de la suya.
Lo malo no es el lanzazo sino quien no lo retruca: tiene que beber arena el que no bebe agua nunca.
EL DIABLO: El que no bebe agua nunca. Así cualquiera responde barajando la pregunta.
Si sabe dé su razón, y si no, no dé ninguna: ¿Quién mitiga el fuego amargo en jagüey de arena pura,
quién mata la sed sin agua en la soledad profunda?
FLORENTINO: En la soledad profunda el pecho del medanal, el romance que lo arrulla,
la conseja que lo abisma, el ánima que lo cruza, la noche que lo encobija, el soplo que lo desnuda,
la palma que lo custodia, el lucero que lo alumbra.
¿Qué culpa tengo señores si me encuentra el que me busca?
EL DIABLO: Si me encuentra el que me busca el susto lo descarea.
Falta un cuarto pá'la una cuando el candil parpadea, cuando el espanto sin rumbo
con su dolor sabanea, cuando Florentino calla porque se le va la idea,
cuando canta la pavita, cuando el gallo menudea.
FLORENTlNO: Cuando el gallo menudea la garganta se me afina y el juicio se me clarea.
Yo soy como el espinito que en la sabana florea: le doy aroma al que pasa
y espino al que me menea.
EL DIABLO: Espino al que me menea. No le envidio al espinito las galas de que alardea:
cuando la candela pasa la pata se le negrea. Con plantaje y bulla de ala no se cobra la pelea.
Vaya poniéndose alante pá'que en lo oscuro me vea.
FLORENTINO: Pá'que en lo oscuro me vea. Amigo no arrime tanto que el bicho se le chacea.
Atrás y alante es lo mismo pá'l que no carga manea.
El que va atrás ve pá'lante y el que va alante voltea.
EL DIABLO: El que va alante voltea a contemplar lo que sube borrando lo que verdea:
en invierno el aguazal, en verano la humarea. Me gusta cantar al raso de noche cuando ventea
porque así es como se sabe quién mejor contrapuntea.
FLORENTINO: Quien mejor contrapuntea hace sus tratos de día y trabaja por tarea.
"¡Cójame ese trompo en la uña a ver si taratatea!". Ni que yo fuera lechuza
en campanario de aldea para cantar en lo oscuro con esta noche tan fea.
EL DIABLO: Con esta noche tan fea una cosa piensa el burro y otra el que arriba lo arrea.
Ay, catire Florentino! escuche a quien lo previene: déle tregua a la porfia pá'que tome y se serene
si no quiere que le falle la voz cuando se condene.
FLORENTINO: La voz cuando se condene. Mientras el cuatro me afine y la maraca resuene
no hay espuela que me apure ni bozal que me sofrene, ni quien me obligue a beber
en tapara que otro llene. Coplero que canta y toca su justa ventaja tiene: toca cuando le da gana,
canta cuando le conviene.
EL DIABLO: Canta cuando le conviene. Si su destino es porfiar aunque llueva y aunque truene
le voy a participar, amigo, que en este duelo yo no le vengo a brindar miel de aricas con buñuelo.
Si se pone malicioso no me extraña su recelo, que al que lo mordió macagua bejuco le para el pelo.
FLORENTINO: Bejuco le para el pelo. Contra un jiro atravesao yo mi pollo ni lo amuelo.
Entre cantadores canto, entre machos me rebelo, entre mujeres me sobra muselina y terciopelo,
cuando una me dice adiós a otra le pido consuelo. Desde cuando yo volaba paraparas del rayuelo
vide con la noche oscura la Cruz de Mayo en el cielo.
EL DIABLO: La Cruz de Mayo en el cielo. A mí no me espantan sombras ni con luces me desvelo:
con el sol soy gavilán y en la oscuridá mochuelo, familia de alcaraván canto mejor cuando vuelo;
también como la guabina si me agarra me le pelo, también soy caimán cebao que en boca'e caño lo velo.
FLORENTINO: Que en boca'e caño lo velo. Me acordé de aquel corrío que me lo enseñó mi abuelo:
Velando al que nunca pasa el vivo se quedó lelo, para caimán el arpón para guabina el anzuelo,
patiquín que estriba corto no corre caballo en pelo. ¿Con qué se seca la cara el que no carga pañuelo?
¿Pá'qué se limpia las patas el que va a dormí en el suelo?
EL DIABLO: El que va a dormí en el suelo pega en la tierra el oío: si tiene el sueño liviano
nunca lo matan dormío. Los gallos están cantando, escúcheles los cantíos, los perros están aullando,
recuerde lo convenío. "Zamuros de la Barrosa del alcornocal del Frío albricias pido señores
que ya Florentino es mío".
FLORENTINO: Que ya Florentino es mio. ¡–éngueres de Banco Seco! ¡taro-taros del Pionío!
Si usté dice que soy suyo será que me le he vendío, si me le vendí me paga porque yo a nadie le fío.
Yo no soy rancho veguero que le mete el agua el río, yo no soy pájaro bobo pá'estar calentando nío.
EL DIABLO: Pá'estar calentando nío. No sé si es pájaro bobo pero va por un tendío
con la fatiga del remo en el golpe mal medío; y en la orilla del silencio se le anudará el tañío
cuando yo mande a parar el trueno y el desafío.
FLORENTINO: El trueno y el desafío. Me gusta escuchar el rayo aunque me deje aturdío,
me gusta correr chubasco si el viento lleva tronío.
Águila sobre la quema, reto del toro bravío. Cuando esas voces me llaman siempre les he respondío.
¡Cómo me puede callar coplero recién vestío!
EL DIABLO: Coplero recién vestío, mano a mano y pecho a pecho ando atizándome el brío
con el fuego del romance que es don de mi señorío.
Relámpagos me alumbraron desde el horizonte ardío nariceando cimarrones y sangrando a los rendíos
con la punta'e mi puñal que duele y da escalofrío.
FLORENTINO: Que duele y da escalofrío...
Dáme campo pensamiento y dáme rienda albedrío pá'enseñarle al que no sabe
pa rematar uh corrío.
Cimarrones hay que verlos, de mautes no le porfío; puñal, sáquelo si quiere
a ver si repongo el mío. Duele lo que se perdió cuando no se ha defendío.
EL DIABLO: Cuando no se ha defendío lo que se perdió no importa si está de pies el vencío.
Porque el orgullo indomable vale más que el bien perdío.
Por eso es que me lo llevo con la nada por avío en bongo de veinte varas que tiene un golpe sombrío.
Y vuelvo a cambiarle el pie a ver si topa el atajo.
FLORENTINO: A ver si topa el atajo. Cuando se fajan me gusta porque yo también me fajo.
"Zamuros de la Barrosa del alcornocal de abajo ahora verán, señores, al Diablo pasar trabajo".
EL DIABLO: Al Diablo pasar trabajo. No miente al que no conoce ni finja ese desparpajo,
mire que por esta tierra no es primera vez que viajo, y aquí saben los señores que cuando la punta encajo al mismo limón chiquito me lo chupo gajo a gajo.
FLORENTINO: Me lo chupo gajo a gajo. Usté que se alza el copete y yo que se lo rebajo.
No se asusten compañeros, déjenlo que yo lo atajo, déjenlo que pare suertes, yo sabré si le barajo;
déjenlo que suelte el bongo pá'que le coja agua abajo; antes que Dios amanezca se lo lleva quien lo trajo; alante el caballo fino, atrás el burro marrajo.
¡Quién ha visto dorodoro cantando con arrendajo! Si me cambió el consonante yo se lo puedo cambiar.
EL DIABLO: Yo se lo puedo cambiar. Los graves y los agudos a mí lo mismo me dan,
porque yo eché mi destino sobre el nunca y el jamás.
¡Ay! catire Florentino, cantor de pecho cabal, qué tenebroso el camino que nunca desandará,
sin alante, sin arriba, sin orilla y sin atrás. Ya no valen su baquía, su fe ni su facultá
catire quitapesares arrendajo y turupial.
FLORENTINO: Arrendajo y turupial. De andar solo esa vereda los pies se le han de secar,
y se le hará más profunda la mala arruga en la faz; porque mientras llano y cielo me den de luz su caudal, mientras la voz se me escuche por sobre la tempestá, yo soy quien marco mi rumbo
con el timón del cantar. Y si al dicho pido ayuda aplíquese esta verdá:
que no manda marinero donde manda capitán.
EL DIABLO: Donde manda capitán usted es vela caída, yo altivo son de la mar.
Ceniza será su voz, rescoldo de muerto afán sed será su última huella náufraga en el arenal,
humo serán sus caminos, piedra sus sueños serán, carbón será su recuerdo, lo negro en la eternidá,
para que no me responda ni se me resista más. Capitán de la Tiniebla es quien lo viene a buscar.
FLORENTINO: Es quien lo viene a buscar. Mucho gusto en conocerlo tengo señor Satanás.
Zamuros de la Barrosa salgan del Arcornocal que al Diablo lo cogió el día queriéndome atropellar.
Sácame de aquí con Dios Virgen de la Soledá, Virgen del Carmen bendita, sagrada Virgen del Real,
tierna Virgen del Socorro, dulce Virgen de la Paz, Virgen de la Coromoto, Virgen de Chiquinquirá,
piadosa Virgen del Valle, santa Virgen del Pilar, Fiel Madre de los Dolores dáme el fulgor que tú das.
¡San Miguel! dame tu escudo, tu rejón y tu puñal, Niño de Atocha bendito, Santísima Trinidá.
(En compases de silencio negro bongo que echa a andar. ¡Salud, señores! El alba bebiendo en el paso real).
LEYENDA DE JUAN MACHETE:
Considerable como una de las leyendas más conocidas del llano. Cuenta la vida del hombre que quería ser el más poderoso de la región, su nombre era Juan Francisco Ortiz, amo y señor de las tierras de la Macarena.
Este señor hizo un pacto con el diablo en el cual le entregaba su mujer e hijos, a cambio de mucho dinero, ganado y tierras.
El diablo le dijo a Juan que agarrara un sapo y una gallina, a los cuales debería coserle los ojos y enterrarlos vivos un Viernes Santo a las doce de la noche, en un lugar apartado, luego debería invocarlo de alma y corazón. Juan cumplió con lo encomendado. Pasando varios días, el hombre se dio cuenta que los negocios prosperaban.
Una madrugada se levantó temprano, y al ensillar su caballo divisó un imponente toro negro, con los cuatro cascos y los dos cachos blancos. Pasó este hecho desapercibido y se fue a trabajar como de costumbre.
En la tarde regresó de la faena y observó que el toro todavía se encontraba merodeando la casa. Pensó "será de algún vecina". Al otro día lo despertó el alboroto causado por los animales, se imaginó que la causa podía ser el toro negro. Trató de sacarlo de su territorio, pero esto no fue posible porque ningún rejo aguanto.
Cansado y preocupado con el extraño incidente se acostó, pero a las doce de la noche fue despertado por un imponente bramido.
Al llegar al potrero se dió cuenta que miles de reces pastaban de un lado a otro. Su riqueza aumentó cada vez más. Dice la leyenda durante muchos años fue el hombre más rico de la región.
Hasta que un día misteriosamente empezó a desaparecer el ganado y a disminuir su fortuna hasta quedar en la miseria. Se dice que Juan Machete después de cumplir su pacto con el diablo, arrepentido enterró la pata que le quedaba y desapareció en las entrañas de la selva.
Cuenta la leyenda que en las tierras de las marraneras deambula un hombre vomitando fuego e impidiendo que se desentierre el dinero de Juan Machete.
LA BOLA DE FUEGO
Cuentan los viejos llaneros que hace cientos de años existía en los llanos orientales una mujer muy hermosa con un cuerpo de palma real y una larga, negra y fina cabellera que pendía hasta sus caderas, un cutis piel canela y unos lindísimos ojos grandes azules.
Esta codiciada mujer silvestre se casó con un hombre recio y faculto, conocedor de la sabana, que respondía al nombre de Esteban.
La existencia matrimonial fue relativamente corta. De esta unión alcanzaron a nacer dos hijos hombres, el primero llevó el nombre de Sigifredo y el segundo heredó el de su padre, Esteban.
Don Esteban, el amo de la casa, era un hombre parrandero, tomatrago y jembrero; músico y extraordinario coplero. Un buen día, don Esteban se alistó para ir a un San Pascual Bailón, nombre que se le da en el llano a las fiestas sabaneras, pero por razones que solo él sabía, no quiso llevar a su esposa Candelaria, situación que despertó violento disgusto en la linda mujer criolla y, tanto sería su ira, que la fatal decisión de que si Esteban no la llevaba, pues él tampoco iría ni a éste ni a ningún San Pascual Bailón.
Sin pensarlo dos veces Candelaria tomó un hacha de rajar leña y en presencia de sus dos hijos mató a su esposo, obligándo a sus dos retoños a ayudar para enterrarlo en la sabana.
Doña Candelaria al quedar viuda fue objeto de un ramillete de galanes llaneros que querían reemplazar al difunto, pero ninguno fue aceptado por la bella orquídea.
La viuda Candelaria se dedicó como madre a levantar a sus dos hijos, sin permitir que nadie mancillara su condición de mujer viuda.
De esta forma transcurrió su vida hasta que Sigifrido, su hijo mayor, alcanzó la edad de catorce años y se convirtió en un elegante joven de ojos azules al igual que ella; lo convirtió en su inseparable compañero y comenzó a dormir en la misma cama, hasta convertirlo en su amante.
No permitía la viuda madre que ninguna otra mujer del vecindario pusiera los ojos sobre su hijo y segundo marido, pues le asaltaba el temor que su felicidad fuera invadida por alguna chica casadera del lugar.
Así fue pasando el tiempo hasta que Esteban, segundo de sus hijos alcanzó los catorce años, era indudablemente dueño de una mejor estampa que la de su hermano mayor, jóven de grandes facultades y de finos modales, todo lo anterior despertó el interés de su ya depravada madre hasta llega a intentar realizar lo mismo que con su hermano, es decir, convertirlo en su amante.
Esteban que era un muchacho de sana moral, rechazó totalmente las pretensiones de su medre, pués él a pesar de su ignorancia, sabía y entendía muy bien ella era su madre y como tal no podía ser su amante.
El rechazó de Esteban causó tanta decepción en la mujer, pensó, al igual que lo hubiera hecho con su marido, que si no era para ella no sería para ninguna otra mujer.
Con el pasar del tiempo la viuda Candelaria murió y al subir a rendirle cuentas al señor Supremo. Este la castigó condenándola a errar por las sabanas convertida en bola de fuego, que pierde a los caminantes.
Otra versión dice que es el espíritu de una mujer que decapitara a su único hijo que iba a ser obispo, por lo cual fue condenada a errar por los caminos, convertida en la bola de fuego, que pierde a los caminantes.
La bola de fuego se acerca a al caminante solitario, el cual debe maldecirla ya que cualquier rezo la atrae. Otra forma de evitar la persecución es llevando el cabo de soga arrastrando, como también desmontarse del caballo y tenderse boca abajo hasta que se aleje.
En cuanto a la frecuencia de su aparición se dice que la bolefuego es constante en la semana del concilio (semana antes de semana santa y que se denomina en el llano como la de buscar comida).
También aparece con frecuencia en los meses de verano, por lo que se ha considerado que es un producto de la ilusión óptica, producida tal vez por el reflejo del sol en las secas sabanas de Arauca.
LA LLORONA:
Quienes le han visto dicen que es una mujer revuelta y enlodada, ojos rojizos, vestidos sucios y deshilachados. Lleva entre sus brazos un bultico como de niño recién nacido. No hace mal a la gente, pero causan terror sus quejas y alaridos gritando a su hijo.
Las apariciones se verifican en lugares solitarios, desde las ocho de la noche, hasta las cinco de la mañana. Sus sitios preferidos son las quebradas, lagunas y charcos profundos, donde se oye el chapaleo y los ayes lastimeros. Se les aparece a los hombres infieles, a los perversos, a los borrachos, a los jugadores y en fin, a todo ser que ande urdiendo maldades.
Dice la tradición que la llorona reclama de las personas ayuda para cargar al niño; al recibirlo se libra del castigo convirtiéndose en la llorona la persona que lo ha recibido. Otras eversiones dicen que es el espíritu de una mujer que mató por celos a la mamá y prendió fuego a la casa con su progenitora dentro, recibiendo de ésta, en el momento de agonizar la maldición que la condenara: "Andarás sin Dios y sin santa María, persiguiendo a los hombres por los caminos del llano".
Durante la guerra civil, se estableció en la Villa de las Palmas o Purificación, un Comando General, donde concentraban gentes de distintas partes del país.
Uno de sus capitanes, de conducta poco recomendable y que encontraba en la guerra una aventura divertida para desahogar su pasado luctuoso de asalto y crimen, se instaló con su esposa en esta villa, que al poco tiempo abandonó para seguir en la lucha.
Su afligida y abandonada mujer se dedicó a la modistería para no morir de hambre mientras su marido volvía y terminaba la guerra.
Al correr del tiempo las gentes hicieron circular la noticia de la muerte del capitán y la pobre señora guardó luto riguroso hasta que se le presentó un soldado que formaba parte del batallón de reclutas que venían de la capital hacia el sur, pero que por circunstancias especiales, debía demorar en aquella localidad algunas semanas.
La viuda convencida de las aseveraciones sobre la muerte de su marido, creyó encontrar en aquel nuevo amor un lenitivo para su pena, aceptó al joven e intimó con él.
Los días de locura pasional pasaron veloces y nuevamente la costurera quedó saboreando el abandono, la soledad, la pobreza y sorbiéndose las lágrimas por la ausencia de su amado.
Aquella aventurera dejó huellas imborrables en la atribulada mujer, porque a los pocos días sintió palpitar en sus entrañas el fruto de su amor.
El tiempo transcurría sin tener noticias de su amado. La añoranza se tornaba tierna al comprobar que se cumplían las nueve lunas de su gestación.
Un batallón de combatientes regresaba del sur el mismo día que la costurera daba a luz un niño flacuchento y pálido. Aquel cartucho silencioso y pobre se alegró con el llanto del pequeñín.
Al atardecer de aquel mismo día, llegó corriendo a su casa una vecina amiga, a informarle que su esposo el capitán, no había muerto, porque sin temor a equivocarse, lo acababa de ver entre el cuerpo de tropa que arribaba al campamento.
En tan importuno momento, esa noticia era como para desfallecer, no por el caso que pocas horas antes había soportado, como por el agotamiento físico en que se encontraba. Miles de pensamientos fluían a su mente febril. Se levanto decidida de su cama. Se colocó un ropón deshilachado, sobre sus hombros, cogió al recién nacido, lo abrigó bien, le agarró fuertemente contra su pecho creyendo que se lo arrebatarían y sin cerrar la puerta abandonó la choza, corriendo con dificultad. Se encaminó por el sendero oscuro bordeado de arbusto y protegida por el manto negro de la noche.
Gruesas gotas de lluvia empezaron a caer, seguía corriendo, los nubarrones eran más densos, la tempestad se desato con más furia. La luz de los relámpagos le iluminaba el camino. La naturaleza sacudía con estertores de muerte. La demente lloraba. Los arroyos crecieron, se desbordaron. Al terminar la vereda encontró el primer riachuelo, pero ya la mujer no veía. Penetró a la corriente impetuosa que la arrolló rápidamente. Las aguas bramaron. En sus estrepitosos rugidos parecía percibirse el lamento de una mujer.
LA PATASOLA
Cuentan que la Patasola es el espíritu de una mujer infiel que tenía amores con el patrón de su esposo; cuando el esposo descubrió el engaño mató al patrón con un machete y a ella le cortó una pierna, ella corrió con su única pierna hasta que se desangró y murió. También cuentan que era una mujer que perdió una pierna por estar cortando leña un Viernes Santo, cuando supuestamente nadie debe trabajar ni hacer nada, y quedó condenada a errar por el mundo, y se oyen sus gritos de dolor en la noche, con la particularidad de que cuando se oye lejos está cerca y cuando se oye cerca esta lejos.
Es una figura femenina con una sola pata en forma de tronco de árbol que termina en una pezuña o una garra de oso, con la que avanza con rapidez. Tiene un solo seno en el pecho y brazos muy largos con manos como garras. Su aspecto es aterrador : cabellera enmarañada, grandes ojos de tigresa, boca grande, colmillos enormes.
Habita en los montes y se la ha visto cantando trepada en un árbol esperando la salida de la luna . Es defensora de los animales salvajes y de los montes. Se cree dueña y señora de la selva rodeada de fieras y bichos maléficos. Persigue a los cazadores, a los mineros y a los aserradores y odia los sembrados, los machetes y los perros.
Se presenta a veces como una mujer bellísima y seductora que llama a los hombres y los atrae para enamorarlos, pero a medida que avanza hacía la oscuridad del bosque se va transformando en un monstruo con ojos de fuego, boca inmensa con dientes de felino, y una cabellera de medusa despeinada que cae sobre el rostro para ocultar su fealdad y los devora hasta dejar los huesos pelados y regados por todas partes; los que consiguen escapar regresan trastornados.
En otras ocasiones, oyen los lamentos de una mujer extraviada; la gritan para auxiliarla, pero los quejidos van tornándose más lastimeros a medida que avanza hacia la víctima y, cuando ya está muy cerca, se convierte en una fiera que se lanza sobre la persona, le chupa la sangre, y termina triturándola con sus agudos colmillos.
Despista a los cazadores y a los perros, borrando las huellas de las piezas de caza y deja en su lugar la huella de su pezuña o imitando la del animal perseguido en sentido contrario hacia donde escapan los animales, lo cual hará extraviarse en el bosque a los cazadores, con el fin de acercarse a velocidades increíbles para poder atacarlos, o para atormentarlos por las noches con caricias torpes hasta debilitarlos.
También persigue a los a los mineros que tengan muchas herramientas, porque odia el hacha, la peinilla o el machete y castiga a los agricultores mandándoles vendavales para destrozar sus plantíos, y más si son de maíz. Ocasionalmente también se aparece a los niños como una mariposa que los sonsaca hasta el bosque para chuparles la sangre.
Dice la Leyenda que cuando ella mata a alguien, se sienta contenta a cantar:
Yo soy más que la sirena;
En el monte vivo sola;
Y nadie se me resiste
Porque soy la Patasola.
En el camino, en la casa,
En el monte y en el río,
En el aire en las nubes,
Todo lo que existe es mío.
El único modo de ahuyentarla es estar siempre acompañado de animales domésticos, principalmente perros, o recurriendo a la candela o a un hacha.El gran novelista colombiano Tomás Carrasquilla Naranjo describe así a el Patasola (al que, discrepando con la mayor parte de las tradiciones, da género masculino) en su novela La marquesa de Yolombó: Aquí habita El Patasola, que, disparándose del monte, en tres zancadas, desgaja los frutales, rompe cercos, hunde techos y cuanto topa, con su única pezuña, hendida como la de un marrano babilónico. No se conoce contra que le valga.
Las Patasolas nacieron a la mitología popular nuestra cuando se iniciaron los trabajos de descuajamiento de las selvas tropicales, empresa heroica en que la derriba de los árboles constituye una verdadera lucha entre el hombre y la selva. La Selva aquí se personifica en un genio tutelar de sus dominios y es la enemiga del hombre en forma de un endriago de cabellera enmarañada (ramajes) y de una sola pata (tronco del árbol) que le da su nombre de "patasola".
Todos los percances consiguientes a la labor de los hacheros y aun de los mineros que trabajan en las montañas (ríos selváticos en donde se hallan las minas de oro de aluvión) se atribuyen a la agresión de las Patasolas. La motivación de este mito como presencia femenina se debe a las circunstancias vitales de la Selva, en cuyos trabajos el hombre está solo, ya que la mujer poco participa en tan ruda y peligrosa faena, y por ello la imaginación crea naturalmente la presencia del sexo complementario en estas deidades femeninas.
La violenta labor del hachero termina con la caída del árbol que aquí simboliza a la Selva como hembra dominada y vencida pero, a veces, trágicamente vencedora. Cuando hacheros o mineros se pierden en la selva, es corriente el dicho: "Se lo llevó la Patasola".
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